Las empresas, en su esencia, son personas trabajando. Personas realizando actividades. Estas actividades pueden ocasionar daños por acción u omisión y esos daños pueden ser a la propia empresa, a otros compañeros trabajadores o a terceros externos. Pueden ser daños materiales e incluso se daños personales. Pueden tener consecuencias económicas, civiles e incluso penales. Pero, ¿quién es el responsable? ¿El trabajador? ¿El empresario? ¿Ambos?
Es evidente que el trabajador, causante directo, debe asumir su parte de responsabilidad siempre, pero el empresario para el que trabaja también tiene su parte pues es responsable del cumplimiento de sus obligaciones y también de los daños que causen sus actuaciones o la omisión de actuaciones. El trabajador tiene encomendadas unas funciones por parte de la empresa y esa asignación por jerarquía es el vehículo transmisor de la responsabilidad.
La clave es el deber de supervisión o vigilancia del empresario sobre el empleado en base a que existe una relación de dependencia.
La dependencia significa que hay, o debe haber, supervisión, control, selección de personal… En resumen, la máxima diligencia por parte del empresario para todo el proceso, desde que contrata al empleado hasta que finaliza todos y cada uno de los trabajos que realiza para la empresa. No es suficiente excusa el desconocimiento de la acción realizada, pues en último extremo siempre trasciende la falta de vigilancia o control.
Esta responsabilidad empresa-trabajador se aplica en todos los sectores y actividades. Desde actividades empresariales como construcción, instalaciones o talleres hasta sectores profesionales sensibles como la medicina, informática o ingeniería.
El mundo asegurador propone soluciones para que, en caso de que fallen los sistemas de vigilancia y control, porque al final los accidentes ocurren. Tenemos pólizas con cobertura combinada de Responsabilidad Civil de la actividad, por daños causados a los propios empleados, por daños causados por nuestros productos, por fallos y errores profesionales, por daños en la gestión de la protección de datos, por daños en la gestión como directivos de las empresas, por daños debidos a la contaminación, y un largo etcétera.
Cada actividad tiene su protección específica y ajustada a sus riesgos para no dejar nada en el aire. Si quieres información sin compromiso escribe a fgm@mastery.es y sólo con decirnos la actividad realizada y el número de empleados te contestamos con un sencillo resumen de la mejor opción para tu empresa.