Un hecho tan sencillo como firmar un seguro puede convertirse en un quebradero de cabeza si no sabemos qué incluye o qué límites de protección nos ofrece para el futuro. Pese a ser algo tremendamente común, todavía existe amplias dosis de desconocimiento alrededor de las pólizas más habituales.
Es por ello que, desde Mastery, nos gustaría aprovechar estas líneas de nuestro blog para hablaros sobre qué aspectos hay que vigilar a la hora de contratar un seguro. ¡Esperemos que os guste!
¿Sabrías nombrar todas las coberturas que tiene tu póliza del hogar, de salud o de coche? ¿Qué hay de los seguros que tienes contratados en tu negocio? ¿Conoces sus límites? ¿Y cuando viajas y pactas uno de viaje? Seguramente, la respuesta es que no. Pese a ello, nada nos impide ni nos frena a la hora de firmar una póliza para sentirnos más tranquilos y protegidos.
Una de las principales cosas que hay que revisar son las coberturas. Seguramente, sea el aspecto más importante. En la mayoría de contratos, nos encontramos con algunas coberturas obligatorias o comunes y otras voluntarias. Estas últimas dependerán de las necesidades de cada cliente e influirán en el precio final del producto. Lo más importante es conocerlas y saber en qué situaciones estaremos cubiertos y en cuáles no.
Pero también hay que tener muy presente los límites económicos de protección de cada cobertura en caso de que sea necesaria utilizarla. Este hecho es especialmente interesante, por ejemplo, en seguros de viaje, de asistencia sanitaria en el extranjero… Infórmate bien antes de nada para no llevarte desagradables sorpresas.
¿Sabes lo que son las exclusiones? Si no lo tienes claro antes de firmar un seguro, tómate tu tiempo en conocer este aspecto. Podemos decir que son la otra cara de la moneda de las coberturas. Es fundamental analizarlas. Por ejemplo, en un seguro para esquí, no te cubrirán los daños si tienes un accidente fuera de la pista.
En último lugar, no podíamos olvidarnos de otro aspecto a valorar antes de firmar un seguro: los periodos de carencia. Básicamente, se trata del tiempo que va a transcurrir desde el día en el que entra en vigor el contrato y el día a partir del cual estás protegido. Por ejemplo, no es nada raro que un seguro de salud no cubra operaciones a corto plazo, en los seis primeros meses. Algo parecido puede darse con trasplantes o embarazos.